viernes, 13 de abril de 2007

Por la calle Corrientes

Una caminata tranquila me deja ver a muchos personajes, algunos no se dejan mirar, otros sonríen y tiran algún comentario: “Salí linda?”. Nunca falta la pregunta típica de gente que no deja de estar asustada, “¡nene, para quien sacas fotos?!”.
Un pibe de 27 años pasa con mirada desafiante frente a mi, lleva una remera de los redondos, quizás nos hayamos cruzado hace unos años. Se toma el subte de la esquina de Corrientes y Alem, su jornada parece haber terminado.














Otro, más joven que el anterior, busca entradas para el próximo festival de reggae, en la puerta del mítico estadio Luna Park. Esta pensativo parece estar pensando si para esa fecha se encontrara con ese amigo que le tiene que conseguir algo.













Frente al él, una mujer notablemente agotada encabeza la fila para tomarse un colectivo que la llevara a una estación de trenes, luego tomara ese tren repleto de gente y si tiene suerte, a alguna hora de la noche llegará a su hogar donde le preparará la comida a sus hijos y a su marido que esta deprimido porque no consigue trabajo, quizás.













Sobre la avenida Alem, vemos a uno de los que todavía aguarda y no puede dejar su puesto porque debe vender todas las rosas que le quedan. Es posible que mañana ya estén marchitas.












Marchito parece el ser que me observa desde enfrente, mientras escribe un mensaje en su celular, a quien quiera que fuese.












¿Para quién sacas fotos? Me pregunta el inspector de la línea esa que esta pasando.
Para Traverso, le digo y se queda pensando.













El señor vestido de traje observaría muy detenidamente las tapas de las revistas que tiene detrás, sino fuera porque esta muy entusiasmado en tomarse el próximo taxi que pase.














En cambio, la monja, ¡vestida de rosa!, pasa por el revistero de la esquina de la parroquia y no puede creer las cosas que se publican hoy en día.























También tenemos a esa mujer que salió vestida para matar, pero nadie se da cuenta hasta que pasa al lado de ese cartel amarillo.















Casi a punto de finalizar nuestro recorrido por Corrientes nos cruzamos con un señor mayor que con su bastón me pisa el pie y casi no tropezamos. Me dedica una mirada no muy afectiva y yo se la devuelvo.














Frente a él, en cambio, esta el vendedor de postales de Leo Matioli, un romántico.














Nos avisan que esta función se termina, se cierra el telón o el portón. Pero yo tenia entendido que la avenida Corriente es la que nunca duerme. Que va a ser, yo sí tengo un poco de sueño así que me voy a mi casa como cada uno de estos personajes que me cruce… por la avenida corrientes.

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